Por: María del Pilar Vásquez
Hoy parece que las bibliotecas y las librerías son simplemente un cementerio de palabras, aislamiento de mundos por conocer, y sepulcro de ideas sin explotar, ubicada dentro de una sociedad preocupada por un estado en las redes sociales o el lugar de la rumba de fin de semana. Incluso estamos siendo obligados a estudiar sin siquiera generar incentivos para la creación de proyectos con miras a un mejor mundo. Y las inyecciones en la educación parecen ser simples cortinas de humo con el fin de dirigir la mirada de la opinión pública sobre las “buenas nuevas”.
En los últimos seis años Bogotá ha recibido al menos a 80 mil menores campesinos que, como consecuencia del conflicto armado colombiano, tuvieron que abandonar la escuela. Apenas 35 mil estudian actualmente en los colegios distritales, en los que no existe una ruta definida para su atención. Otros, mientras tanto, no lograron acceder al sistema educativo o desertaron de este al poco tiempo, ello es un claro ejemplo de la deserción de los estudiantes por la falta de preocupación del gobierno en temas de educación.
Aquí la pregunta es si los colombianos somos muy brutos o si por el contrario estamos siendo instruidos por una calidad pésima de educación. Hace un año Colombia tuvo una impactante participación en las pruebas PISA (Programa internacional para la evaluación de estudiantes), el examen más importante en el mundo hecho por alumnos de 15 años; puesto que la participación del país en conjunto con 65 países más ocupamos el puesto 61 y aun así nos preguntamos porque no somos competitivos en el exterior.
Superando apenas a Perú, Indonesia y el pequeñísimo emirato árabe de Catar, que tiene poco más de un millón de habitantes, Colombia ha dejado devastadores resultados en las pruebas que evalúan la capacidad de los estudiantes, pues tan solo en matemáticas no alcanzo siquiera el nivel 2 que es el menor nivel para pasar los exámenes internacionales.
Ante este panorama hemos de preguntarnos si el Gobierno si esta invirtiendo en procesos de selección para el mejoramiento de las instituciones educativas, y si el mismo está empleando métodos para la calificación de los maestro de las mismas.
Por otro lado cabe mencionar la oferta en educación superior, según cifras en los últimos años se ha visto un incremento masivo de la oferta universitaria. La ex viceministra Martínez Barrios revela que en Colombia hay 286 entidades de educación superior. De ellas, 80 son universidades y el resto son instituciones de diversa naturaleza.
Como si fuera poco, existen otros 3.000 organismos llamados con elegancia “centros de formación para el trabajo y desarrollo humano”, que incluyen diplomas de criminalística, belleza, peluquería, ciencias forenses o ambientales, contabilidad, sistemas. Sin mencionar tampoco la creación de programas de educación superior como el SENA, instituto que busca la formación de mejores profesionales, con altos índices de capacidad cognitiva pero que más adelante terminaran siento peones dentro de una economía que busca profesionales a bajo costo dentro de las empresas, pues están siendo contratados por un salario mínimo y así buscan seguir llamando al país como ensamblador y además de ello cuna de mano de obra barata y calificada.
Pues bien este tema es un debate que merece ser examinado minuciosamente puesto que los pocos profesionales bien calificados del país buscan ser contratados por firmas internacionales y desertar a países que le garanticen un mejor calidad de vida frente a los gastos que demanda una educación de calidad y en busca de costos de oportunidad que no jueguen con su futuro. Pero parece ser que en Colombia la educación es el telón de una obra que se cierra cuando las cosas se ponen mal en el escenario público.
Aquí la pregunta es si los colombianos somos muy brutos o si por el contrario estamos siendo instruidos por una calidad pésima de educación. Hace un año Colombia tuvo una impactante participación en las pruebas PISA (Programa internacional para la evaluación de estudiantes), el examen más importante en el mundo hecho por alumnos de 15 años; puesto que la participación del país en conjunto con 65 países más ocupamos el puesto 61 y aun así nos preguntamos porque no somos competitivos en el exterior.
Superando apenas a Perú, Indonesia y el pequeñísimo emirato árabe de Catar, que tiene poco más de un millón de habitantes, Colombia ha dejado devastadores resultados en las pruebas que evalúan la capacidad de los estudiantes, pues tan solo en matemáticas no alcanzo siquiera el nivel 2 que es el menor nivel para pasar los exámenes internacionales.
Ante este panorama hemos de preguntarnos si el Gobierno si esta invirtiendo en procesos de selección para el mejoramiento de las instituciones educativas, y si el mismo está empleando métodos para la calificación de los maestro de las mismas.
Por otro lado cabe mencionar la oferta en educación superior, según cifras en los últimos años se ha visto un incremento masivo de la oferta universitaria. La ex viceministra Martínez Barrios revela que en Colombia hay 286 entidades de educación superior. De ellas, 80 son universidades y el resto son instituciones de diversa naturaleza.
Como si fuera poco, existen otros 3.000 organismos llamados con elegancia “centros de formación para el trabajo y desarrollo humano”, que incluyen diplomas de criminalística, belleza, peluquería, ciencias forenses o ambientales, contabilidad, sistemas. Sin mencionar tampoco la creación de programas de educación superior como el SENA, instituto que busca la formación de mejores profesionales, con altos índices de capacidad cognitiva pero que más adelante terminaran siento peones dentro de una economía que busca profesionales a bajo costo dentro de las empresas, pues están siendo contratados por un salario mínimo y así buscan seguir llamando al país como ensamblador y además de ello cuna de mano de obra barata y calificada.
Pues bien este tema es un debate que merece ser examinado minuciosamente puesto que los pocos profesionales bien calificados del país buscan ser contratados por firmas internacionales y desertar a países que le garanticen un mejor calidad de vida frente a los gastos que demanda una educación de calidad y en busca de costos de oportunidad que no jueguen con su futuro. Pero parece ser que en Colombia la educación es el telón de una obra que se cierra cuando las cosas se ponen mal en el escenario público.
No hay comentarios:
Publicar un comentario